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Castillos que destiñen

¿Te ha pasado que con los meses, la fantasía se asienta y te topas con la realidad? Es hora de aterrizar, de abrazarte y abrazar al otro tal y como es. Ese es el desafío de las relaciones enraízadas en la aceptación.

Existen estudios que sustentan que el enamoramiento es una fase química cerebral y que caduca después de unos cuantos meses. Ese “cóctel químico emocional” nos altera los sentidos y la percepción al punto de colorear y resaltar las cualidades del otro.
Otras teorías sostienen que nos enamoramos al proyectar temporalmente en el otro, todas aquellas idealizaciones nuestras sobre lo que debería ser la pareja y el amor.
Es como si nos enamoramos de una imagen que nosotros mismos estamos proyectando.

Y con los meses esa imagen se va transformando en lo que realmente es. Es decir, la realidad se impone sobre la ilusión y comenzamos a ver al otro tal como es: un humano perfectamente imperfecto, con luces y sombras, con sueños, preguntas y temores, igual que nosotros.

La cuestión central es si una vez que se cae el telón, podemos sostener el vínculo y nutrirlo con amor, comunicación y aceptación. Y eso solo se puede hacer con otro si antes se ha logrado hacer con uno mismo. Porque si hablamos de dependencia emocional, este cuadro arranca precisamente en la incapacidad de ocuparnos plenamente de aquello que nos corresponde a nivel personal.

Léase: tus emociones, tus heridas no resueltas, tus historias con tus padres, tus expectativas desfasadas y tus cuentos Disney sobre lo que tú pareja tendría que hacer por ti. La dependencia arranca y se agudiza cuando creo que me enamoré y colorín colorado. Me enamoré y el otro me salva, me completa, se encarga de llenar mis vacíos, es mi TODO Y YO SIN EL O ELLA NO SOY NADA.

Así que como decimos aquí: toda dependencia emocional comienza y termina del esternón hacia adentro. Y todo enamoramiento comienza y termina en unos meses, y luego puede que se le de paso un amor que acepta y construye día a día o a una desilusión que nos confronta con una verdad que a veces no queremos ver: nunca es el otro el que me tiene que llenar, soy yo quien me tengo que ocupar de mi, siempre, siempre, siempre.
Pareja no es un espacio para llenar vacíos. Es un lugar de complemento para honrar la diferencia, la libertad, la interdependencia y la interacción.

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