Alguien me preguntaba el otro día si hacerle caso a una persona que no estaba tan a la altura de sus estándares sobre la relación. Léase: «no es el tipo de hombre con el que yo saldría, tiene un perfil medio bajo y no es tan inteligente y preparado como yo».
Lo primero que le decía es que las inteligencias son múltiples: racional, emocional, musical, social, relacional y podríamos seguir con la lista.
A ti que estas leyendo esto te propongo un reto que fue el mismo que le propuse a esta mujer que andaba en esta disyuntiva: define a qué le apuntas tu hoy en una relación. Sé honesta contigo misma sobre lo que quieres tu, más allá de ese condicionamiento.
Pregúntate también si eso de que a ti te conquistan con un cerebro brillante más que un requisito es en realidad un auto-sabotaje para evadirte de relaciones reales, concretas, contantes y sonantes.
Te lo digo porque he descubierto que a veces, nosotros mismos les cerramos las puertas a personas y posibilidades, nos empecinamos en ver lo verde y dejamos de prestarle atención al azul, al rojo, al amarillo y a la infinita gama de posibilidades que traje la vida. No sé si ese chico tan poco estudiado sea alguien con quien construyas una relación de casa, hijos y mascota. O si esa relación salga mejor con un hombre de gran intelecto.
No hay certezas y allí esta la magia que se camina paso a paso y que asusta tanto. Lo que si sé, por experiencia terapéutica y personal, es que muchas posibilidades de relacionarnos desde el amor, desde el equilibrio vienen en envases insospechados y no siempre tan brillantes.